¿Qué es la Web 3.0?

Publicado el 02/03/2023

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En este artículo nos introduciremos, de manera sucinta y sencilla, sobre el concepto de Web 3.0, una palabra muy de moda en los últimos tiempos y que muchas veces no sabemos como explicarla. A ver si lo logramos. ¡Te invitamos a seguir leyendo!

Cómo llegamos a dónde estamos hoy

En el año 1995, David Letterman, un reconocido showman de Estados Unidos, invitó a Bill Gates a participar de su programa “Late Show”.

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Muchas cosas sucedieron desde aquellos años. Y no solo en el mundo tecnológico. Vemos, por ejemplo, ya en la apertura del programa, una imagen de la cámara sobrevolando las Torres Gemelas. Nadie hubiera imaginado que, solo unos seis años después, serían convertidas en polvo en el peor ataque terrorista del que se tiene memoria.

Es importante recordar dónde estábamos, para saber dónde estamos ahora.

Hoy causarían sonrojo las palabras del entrevistador cuando, dirigiéndose a uno de sus colaboradores, dice: “no sé nada de ordenadores, nunca he tenido uno. ¿Tú tienes un ordenador? ¿Un disco duro? ¿Un ratón? ¿Un modem?” Y el colaborador, muy ufano, contesta que no, que nada de nada, como si le estuvieran hablando de marcianos (¿o tal vez de terrenos en el metaverso hoy en día?). Ríen. “Tengo un fax, eso sí que tengo”, apostilla.

Entra Bill Gates.

Ya en la entrevista, prueba explicar qué es internet. “¿Qué diablos es eso?”, arremete el entrevistador. Gates contesta: “un lugar donde la gente puede publicar información, cualquier persona puede tener su página, las empresas están allí, la información más actualizada, es increíble lo que está sucediendo, puedes enviar mails a la gente, es the big new thing”.

The big New Thing

Si comenzamos con esta anécdota, bien conocida, por cierto, es porque es ilustrativa sobre lo que nos ocurre cuando intentamos explicarle a un amigo, colega o conocido conceptos como el sistema blockchain, metaverso, web 3.0… Nuestro big new thing contemporáneo.

Seguramente a muchos les ha pasado: uno ve como la gente, en el mejor de los casos, nos devuelve una mirada escéptica, como diciendo “¿de verdad crees en eso?”; y otros, si no te conocen o son más desconfiados, te miran abierta y condescendientemente como si les estuviéramos hablando de una locura. ¿Blockqué? ¿blockchain? ¿web 3.0?

De la web 1.0 a la web 3.0

Siempre fue y será así. Es el destino de toda nueva exploración. Hay gente a la que le gusta tomar riesgos, aventurarse en ignotos territorios, encontrar nuevas respuestas a viejos problemas, y otros que no. Que sencillamente no. No es ni bueno ni malo. No todo el mundo tiene la obligación de estar al tanto de todo, de todas las novedades. Ni tampoco la necesidad. Pero si llegaste hasta aquí, es porque seguramente algún interés tienes en este mundo.

Hagamos, entonces, un poco de historia.

¿Qué fue la Web 1.0?

La web 1.0 es aquella de las que nos hablaba Bill Gates en el programa de Letterman, casi treinta años atrás.
Una web estática, donde la interacción era, digamos, unidireccional. Uno podía publicar contenido, la gente lo visitaba. Las empresas lo usaban a manera de catálogo de productos o carta de presentación. Los medios de comunicación divulgaban noticias, pero todo era muy complicado. Nos conectábamos mediante un modem. ¿Os acordáis? Todo era muy lento y también costoso. Pero no había verdadera interacción con los contenidos. Tampoco existían algoritmos que nos permitiesen buscar información tal y como lo hacemos hoy en día.

¿Qué es la Web 2.0?

Con el desarrollo de la tecnología web, llegamos a una situación más interactiva, protagonizada, principalmente, por las redes sociales y por los algoritmos de búsqueda: se intercambian contenidos, publicamos opiniones, fotos, nuestros ‘estados’, comentarios sobre productos, y más…

Se decía que se trataba de una plataforma democrática por excelencia, que cada persona, con solo tener un ordenador o teléfono inteligente, podría convertirse en un relator de su tiempo, influir en su época, cambiar el mundo.

Pero… ¿qué pasó realmente? Que no todo lo que te regalan es gratis. Ni todo lo gratis lo es realmente. El negocio estaba en los datos: “nosotros te permitimos pasear por nuestros bosques, y a cambio, tu aceptabas que recojamos toda la información sobre tus itinerarios”. Esa es la imagen. Esa es la forma. Esa es la trampa.

Y así fue como, con nuestro alegre beneplácito, fuimos cediendo terreno frente a gigantes tecnológicos dueños de nuestra intimidad: saben cómo caminamos, cuándo salimos de casa, dónde nos tropezamos, con quién charlamos en el camino, cuándo nos detenemos a descansar, qué flores nos gustan, quiénes son nuestros amigos, qué hablamos con ellos, qué nos moviliza, en suma.

Y, sin darnos cuenta, en tan solo poco más de una década, creamos gigantes-estados fuera de todo control y dueños de una información (el petróleo del siglo XXI) que venden sin nuestro consentimiento al mejor postor. Con fines, muchas veces, más que dudosos y no meramente comerciales.

Hay quienes sostienen que la privacidad ya no es importante, que estamos en una época donde todo es público. Seremos categóricos en esto: esta es una idea problemática. La privacidad sostiene la libertad, y la libertad, es la base de todo sistema democrático.

Un mundo donde los datos de nuestras vidas son explotados por multinacionales que no responden a los intereses comunes es un mundo que tiende, más temprano que tarde, al totalitarismo.

Y hay más, el problema no termina aquí: en la Web 2.0 las plataformas, y todo aquello que las gestionan (programas, algoritmos, etc.), están vedados al escrutinio público. Todos queremos, por ejemplo, lograr posicionarnos en los buscadores o redes sociales. Pero nadie sabe realmente, porque no es público, cuáles son las reglas. Las intuimos, creemos que las conocemos, pero no es más que una ilusión. Hoy crees responder a ellas y mañana, ¡zas!, cambio de paradigma y vuelta a empezar.

Lo mismo sucede, por dar otro ejemplo, con aquello que adquirimos en juegos en línea. ¿Es nuestro realmente? ¿Nos lo podríamos llevar con nosotros en caso de querer irnos a otra plataforma? Seguramente no. Entonces, ¿es nuestro? ¿A quién pertenece en realidad?

Es increíble como nos hemos acostumbrado (por comodidad, por ignorancia, por no detenernos a pensarlo, quizás), a un paradigma en el cual no solo nuestra información es utilizada por otros para enriquecerse, sino que ni siquiera lo que producimos o adquirimos es nuestro, y donde las reglas del juego pueden cambiarse, sin transparencia.

Y es justo, en esta situación, cuando surge la necesidad de una nueva revolución en internet.

¿Qué será la Web 3.0?

Web 3.0 es un nuevo paradigma. Una web donde quienes interactúan en ella son dueños, precisamente, de sus datos: deciden como usarlos, con quién compartirlos, a quién cederlos (gratuitamente o venderlos), y donde, principalmente, no hay una autoridad central que todo lo controla y decide quién entra y quién sale, a quién cancela y a quién no, a quién le confisca sus bienes y a quién le permite disfrutarlos.

Y no solamente son dueños de sus datos, sino también de todo aquello que produzcan o adquieran. Si compras un artículo en una plataforma, te lo podrás llevar a la otra. Si aportas valor, podrías ser recompensado. Además, las reglas del juego, al estar alojadas y validadas en la blockchain, serán públicas y abiertas al escrutinio de todos. Te invito a leer los artículos identidad digital blockchain y lenguaje en programación blockchain.

A riesgo de ser esquemáticos (ya desarrollaremos cada uno de los conceptos en artículos ulteriores, esto es solo una somera introducción), la Web 3.0 se caracteriza por lo siguiente (y no solo):

  • Se organiza de manera semántica. La información se ordena y busca a la manera en que pensamos las personas (y no por medio de metadatos).
  • Articula Inteligencia Artificial y Machine Learning.
  • Conjuga Realidad Aumentada y Realidad Virtual.
  • Se construye sobre tecnología blockchain, cuyas virtudes principales son:  
    • Descentralización: no habrá una autoridad central, su gobernabilidad está repartida entre sus participantes mediante reglas preestablecidas regidas por contratos inteligentes.
    • Distribución: la información permanece alojada en redes que son la suma de la capacidad computacional de sus participantes. No existe un único punto de fallo. Si un nodo es atacado, el resto sigue funcionando.
    • Propiedad de datos: seremos dueños de nuestros datos y los gestionaremos en función de nuestros intereses.
    • Confianza peer to peer: la gobernanza pública y la criptografía garantiza la relación y confianza entre desconocidos.
    • Transparente: todos los nodos guardan una copia de la información. Cualquier interesado puede verificarla.
    • Código abierto: todos pueden ver, copiar, modificar y auditar el código.
    • Interoperable: podremos trasladarnos de una plataforma a otra con todos nuestros elementos y elementos adquiridos.

Esperamos que esta breve introducción te haya parecido amena e interesante.

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Autor: David Mauas (LinkedIn: https://www.linkedin.com/in/david-mauas/)

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