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Publicado el 08/10/2025
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En la era de la tecnología avanzada, los qubits son la pieza central de la computación cuántica, una disciplina que promete transformar radicalmente nuestra forma de procesar información. A diferencia de los bits clásicos, pueden existir en superposición y entrelazarse entre sí, dando un poder de cálculo exponencialmente superior.
Desde simulaciones químicas hasta inteligencia artificial y criptografía avanzada, su potencial es enorme. Prepárate, ponte cómodo y acompáñanos en esta guía que explora qué son los qubits, cómo funcionan y para qué sirven. ¡Juntos tendremos una visión más clara y accesible de esta tecnología!
Un qubit es la unidad fundamental de información en la computación cuántica, análogo al bit en la computación clásica, pero con propiedades mucho más poderosas gracias a la mecánica cuántica. Mientras un bit tradicional solo puede representar un 0 o un 1, un qubit existe en una superposición de ambos estados simultáneamente para procesar múltiples posibilidades al mismo tiempo.
Además, logran estar entrelazados, de modo que el estado de uno está correlacionado con el de otro sin importar la distancia que los separe, generando un paralelismo y una interconexión que superan ampliamente las capacidades de los sistemas clásicos.
Estas propiedades hacen que, en definitiva, sean esenciales para resolver problemas extremadamente complejos, como la simulación de moléculas en química, la optimización avanzada, la criptografía y la inteligencia artificial, abriendo la puerta a tecnologías que antes eran inalcanzables.
Los qubits son relevantes para el futuro de la tecnología porque constituyen la base de la computación cuántica, que promete superar las limitaciones de los sistemas clásicos. Su capacidad para procesar información de manera simultánea y correlacionada mediante fenómenos como la superposición y el entrelazamiento permite resolver problemas extremadamente complejos de forma mucho más rápida y eficiente.
Esto tiene implicaciones directas en áreas como la criptografía, la inteligencia artificial, la optimización de procesos, la simulación de moléculas y materiales, y el análisis de grandes volúmenes de datos. En pocas palabras, y como lo mencionamos anteriormente, abren la puerta a tecnologías que hoy son inalcanzables y podrían redefinir sectores enteros de la ciencia, la industria y la comunicación.
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En la computación cuántica, no todos los qubits son iguales: hay varios tipos con distintas ventajas y desafíos según la tecnología usada para implementarlos. Ahora bien, la elección precisa impacta en la estabilidad, velocidad y escalabilidad de una computadora cuántica. Así que es mejor que los conozcas a continuación:
Se construyen usando circuitos eléctricos a temperaturas extremadamente bajas, cercanas al cero absoluto, donde ciertos materiales muestran conductividad sin resistencia. Son rápidos y relativamente fáciles de fabricar a escala, lo que los hace la base de muchos prototipos actuales de computadoras cuánticas comerciales. Sin embargo, son muy sensibles a la decoherencia, por lo que requieren ambientes altamente controlados.
Se basan en átomos cargados (iones) suspendidos mediante campos electromagnéticos en el vacío. La información se almacena en los niveles de energía de los electrones del ion. Son muy precisos y estables, con tiempos de coherencia largos, pero el control de múltiples iones y la escalabilidad a gran número de qubits aún representan un desafío técnico.
Usan el espín de electrones o núcleos atómicos como portadores de información cuántica. Pueden ser implementados en semiconductores o en materiales como diamantes con defectos especiales. Proveen una buena estabilidad y permiten integrarse con tecnologías electrónicas existentes, aunque suelen ser más lentos para ciertas operaciones que otros tipos.
Estos emplean partículas de luz (fotones) para codificar información, aprovechando propiedades como la polarización. Son buenos para la transmisión de información cuántica a larga distancia y para la computación distribuida, ya que los fotones no interactúan fácilmente con el entorno. Aun así, su manipulación y almacenamiento temporal es más complicada que en otros tipos.
Se basan en estados cuánticos “exóticos” que dependen de la topología del sistema, con una gran resistencia a errores y decoherencia. Aunque todavía están en fase experimental, prometen qubits extremadamente estables y escalables, y eso resuelve uno de los mayores desafíos de la computación cuántica.
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Gracias a su capacidad de superposición, entrelazamiento e interferencia, los qubits abren la puerta a aplicaciones avanzadas en diversas áreas de la ciencia y la tecnología. Algunos ejemplos concretos son:
Pueden representar simultáneamente múltiples estados de electrones y átomos para simular moléculas complejas con gran precisión. Eso ayuda a predecir reacciones químicas, diseñar nuevos fármacos y materiales avanzados sin experimentos físicos costosos y prolongados.
En logística, transporte, redes eléctricas y planificación de recursos, exploran múltiples soluciones al mismo tiempo gracias a la superposición y la interferencia. De ese modo, se encuentran soluciones óptimas más rápido que con métodos clásicos para disminuir costos y potenciar la eficiencia.
La computación cuántica admite desarrollar algoritmos que pueden romper ciertos sistemas de cifrado clásicos, pero también posibilita crear protocolos de criptografía cuántica inviolables mediante el entrelazamiento, para garantizar comunicaciones extremadamente seguras.
Los qubits tienen la habilidad de procesar grandes volúmenes de datos en paralelo, acelerando algoritmos de aprendizaje automático. Por ese motivo, se mejoran los patrones de reconocimiento, predicciones más precisas y soluciones más rápidas en problemas de IA complejos.
La capacidad de simular sistemas cuánticos permite estudiar materiales exóticos, superconductores y fenómenos cuánticos avanzados. El resultado conduce a nuevas tecnologías en electrónica, energía y materiales inteligentes.
El futuro de los qubits y la computación cuántica está orientado hacia la creación de sistemas cada vez más estables, escalables y accesibles, capaces de ejecutar algoritmos complejos a gran velocidad y con precisión. Se espera que la investigación deje superar la decoherencia, mejorar la corrección de errores y desarrollar arquitecturas híbridas que combinen lo clásico y lo cuántico.
Esto abrirá la puerta a aplicaciones que hoy solo son prototipos, como simulaciones cuánticas a gran escala, optimización de redes globales y descubrimientos científicos avanzados. Además, la computación cuántica podría integrarse en industrias cotidianas, desde transporte y energía hasta inteligencia artificial, marcando un cambio tecnológico profundo y sostenido en las próximas décadas.
Los qubits y la computación cuántica generan muchas dudas debido a su naturaleza avanzada y diferente a la tecnología clásica. ¡Y eso es normal! Ahora responderemos muchas dudas:
El tipo más común actualmente es el qubit superconductivo, empleado por empresas como IBM y Google. También son populares los de trampas de iones en laboratorios de investigación, que destacan por su alta fidelidad y estabilidad.
Un qubit no tiene un equivalente directo en bits clásicos, porque puede representar simultáneamente 0 y 1 gracias a la superposición. Pero, en términos de capacidad de procesamiento, un conjunto pequeño de qubits logra manejar una cantidad de estados que crece exponencialmente con su número, algo que un bit clásico no llega a hacer.
Hasta 2025, algunas de las más avanzadas incluyen IBM Osprey, Google Sycamore y sistemas de IonQ. Estas computadoras destacan por su número de qubits y la capacidad de ejecutar algoritmos complejos que superan lo que puede hacer una computadora clásica.
El número de qubits varía según la máquina y la tecnología. Por ejemplo, IBM Osprey tiene 433 qubits, mientras que algunos prototipos experimentales de IonQ o Google tienen entre 50 y 100 qubits. El desafío principal es aumentar este número manteniendo la estabilidad y reduciendo los errores.
El qubit es la unidad fundamental de información en la computación cuántica. A diferencia del bit clásico, puede aprovechar fenómenos como la superposición y el entrelazamiento para representar y procesar información de manera simultánea, abriendo así las puertas a un futuro donde los cálculos más complejos podrán resolverse en segundos.
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Definitivamente, los qubits no son nada más una innovación tecnológica: representan un cambio de paradigma en cómo entendemos y utilizamos la información. Su capacidad para superar los límites de la computación clásica abre posibilidades inimaginables en ciencia, industria y seguridad digital.
A pesar de que aún enfrentan desafíos como la decoherencia y la escalabilidad, la investigación constante y los avances en hardware cuántico prometen un futuro donde transformen sectores enteros, desde la medicina hasta la inteligencia artificial.
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